Lo vi, el salió corriendo, y abrió las puertas del metro en el último milisegundo. Yo, me giré hacía él. Y ví sus ojos, que se clavaron en mi mirada, escrutándome, como tenían por costumbre, sin que yo pudiese imaginar siquiera lo que había detrás.
Me miraste como digo, pero yo no sucumbí, y, sabiendo que tu leías en mi mente a través de mis pupilas, como si fuese un libro abierto, me mantuve orgullosa, altiva, pero a la vez contuve el aliento por si acaso divisabas las lágrimas que había vertido durante tantas noche por tí. Las merecías, y, por eso mismo, no debías saberlo.
Pero desgraciadamente me volviste a atrapar. Venciste el asalto o al menos eso creí hasta que te vi acercarte. Sorteaste toda la gente que había en medio de nosotros, seres insignificantes que no se habían percatado de nuestra conversación. Y te quedaste detrás de mí. Haciendo que sintiera tu aliento en la nuca, ti mirada clavada en mis hombros desnudos. -Ese truco es muy viejo querido. ¿De verdad creías que iba a girarme?- pienso. No importa.
Seguí, intenté concentrarme en otras cosas, mentirme a mí misma... imposible. Estaba tan concentrada en ti que casi creía oír el lento latido de tu órgano vital. Llegué a pensarte tanto que por unos momentos fue casi como si no estuvieses ahí, y aquella fuese otra de mis interminables fantasías en las que tu sabías que existía.
Pero llegó, llegó el momento de bajar y noté tus pisadas detrás de mí. Seguí caminando, y en eso estaba cuanddo me cogiste del brazo, tan solo un leve toque, mejor dicho, y comprendí que debía cambiar de dirección y seguirte. ¿Negarme a tus deseos? ¿A tus más mínimos caprichos? Impensable. Y mucho menos perder mi sueño. Eso si, hice como si te ignorara, simplemente me había equivocado de calle, eso era todo. Pero, esta vez, mis defensas ya estaba destruidas, y no pude dejarte de lanzarte miradas furtivas en todo el camino. Camino, sí porque íbamos a un lugar, me llevabas a un sitio que conocía, ambos lo sabíamos. Y eso solo era el preludio.
En un semáforo, o cerca, vimos un banco, nos sentamos, yo a tu lado y tu empezaste a tatarear suavemente. Conocía esa canción, aunque llevábamos años sin vernos, sin hablarnos, viviendo a unos cuantos kilómetros de distancia, la reconocí. No era nuestra canción, eso era imposible, pero comprendí tu mensaje. Y sin mediar una plabra -no habíamos cruzado ni tan solo un saludo todavía- acercaste tus labios a milímetros de mí, avisándome con tu aliento.
Y te besé, te besé como no te había besaod desde hacía siglos, cuando solo las estrellas eran testigo de ello. Te besé con el alma, pues llevaba guardado ese último suspiro dentro de mí demasiado tiempo. Te besé con la lengua, con los labios, vomitando el corazón por los ojos, bañado en lágrimas invisibles. Al fin...
te besé durante unos instantes eternos.
DEspués me levanté y me fui.
Reencuentro
lunes, 6 de abril de 2009
Esbozado por Denitsa Aneva Ivanova a las 18:47
Etiquetas: dark killer, fantasía
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 arañazos:
Publicar un comentario